“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


jueves, 7 de junio de 2007

El pacto de Ginebra entre israelíes y palestinos - 29/11/2003

El pacto de Ginebra entre israelíes y palestinos
publicado el 29 de noviembre de 2003 en el periódico Milenio Diario de la Ciudad de México.


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El pacto de Ginebra entre israelíes y palestinos
José Hamra Sassón

El 4 de noviembre se cumplieron ocho años del asesinato de Itzjak Rabin, el primer ministro israelí que inició, junto con Shimon Peres, negociaciones de paz con Yaser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Para los sectores más radicales de Israel y Palestina, los Acuerdos de Oslo significaron una traición. En el mejor de los casos, un error imperdonable.
Discutibles, estos acuerdos fueron fundamentales para el reconocimiento mutuo entre israelíes y palestinos. El llamado Espíritu de Oslo abrió la posibilidad de hallar la solución a un conflicto que no implicara la destrucción de alguna de las partes. En su lugar, el camino que se trazó establecía la interacción entre ambas sociedades para generar confianza mutua y vencer temores e ignorancia. Pero Oslo fracasó porque acabó siendo rehén de la intransigencia de los sectores más radicales en Israel y Palestina. El resultado han sido los tres años de violencia que han generado un desolado presente y un futuro cada vez más incierto en Medio Oriente.
Es en este contexto que sale a la luz el Acuerdo de Ginebra, iniciativa encabezada por miembros de la izquierda israelí (donde destacan Yossi Beilin, uno de los artífices de Oslo, y el laborista Abraham Burg) y funcionarios palestinos (entre ellos el ex ministro Yaser Abed Rabo y legisladores miembros de Al Fatah). El proyecto rescata ideas que se presentaron antes en Oslo, la iniciativa de Clinton de diciembre de 2000 y la “hoja de ruta”. Entre ellas, afirma que la lógica de paz requiere de un compromiso y que la única solución viable al conflicto israelí–palestino es el establecimiento de dos Estados. Así, retoma las resoluciones 242 y 338 de la ONU como base de negociación. Pero a diferencia de otros planes, el Acuerdo de Ginebra, nombrado así en honor a la mediación de Suiza, define claramente cuáles son los objetivos y determina los principios de un cronograma y mecanismos para su aplicación. También reconoce la necesidad de una participación directa de la comunidad internacional en el proceso.
El documento, que será presentado oficialmente el lunes, establece el retiro de las tropas de Israel de la totalidad de Gaza y buena parte de Cisjordania (a cambio de una compensación territorial) y el desmantelamiento de los asentamientos judíos en territorio palestino. Aborda temas tan sensibles como Jerusalén, que sería capital de los dos Estados y donde ambas partes tendrían soberanía política sobre los lugares santos. En materia de seguridad, precisa un Estado palestino desmilitarizado, pero con fuerzas de seguridad y exhorta a la desmilitarización de la región (incluyendo armas de destrucción masiva). Las partes condenan el terrorismo y convocan a una fuerza multinacional para garantizar la seguridad de las dos entidades independientes.
También ofrece una solución al problema de los refugiados palestinos. Se enumeran varias opciones que permitirían a los cuatro millones de refugiados palestinos elegir un lugar definitivo de residencia: (i) El futuro Estado de Palestina; (ii) terceros países (como Canadá), (iii) el Estado de Israel para casos humanitarios o de reunificación familiar y; (iv) los actuales países de residencia.
El proyecto vislumbra una serie de compensaciones económicas y una comisión internacional de monitoreo. Implícitamente, los palestinos renunciarían a su reclamo al “derecho al retorno” a sus antiguos hogares en lo que es hoy territorio israelí. A la vez, Israel sería reconocido como el Estado del pueblo judío.
Ariel Sharon y su gabinete han tachado esta iniciativa de traicionera y peligrosa. Pero su rechazo y la debilidad del acuerdo son a la vez su mayor fortaleza: establecen una opción al presente. Con ella comienza la revitalización de las posiciones moderadas que ven en el compromiso la pacificación del conflicto palestino–israelí. Siendo perfectible, el Acuerdo de Ginebra demuestra que sí existen interlocutores para negociar la paz.

http://www.milenio.com/mexico/milenio/notaanterior.asp?id=199803

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