“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


sábado, 11 de agosto de 2007

¿Se reactiva el proceso de paz?

Casi todo parece indicar que así es. Considero que debe prevalecer un optimismo muy moderado, pero optimismo al fin. Por primera vez en siete años empiezan a soplar vientos en ese sentido en el conflicto israelí - palestimo. Las dudas de siempre se mantienen: ¿Qué tanto resistirán los líderes de Israel y Palestina a los movimientos extremistas? ¿Son genuinos los intereses de quienes hablan de hacer la paz? Construirla es un proceso que está en curso y que no necesariamente depende de los humores políticos.

A continuación presento una versión de la sección "Medio Oriente: Un Mundo Entero" del 8 de agosto. Ahí abordo las perspectivas de paz tras la reunión del pasado del lunes 6 de agosto entre Olmert y Abbas.

Como expreso, la Iniciativa de Ginebra vuelve a cobrar fuerza. Para abundar en esta propuesta, se puede accesar a su sitio de internet aquí. Bien vale la pena darle una revisada. Ademas del borrador de acuerdo de paz, hay una serie de spots en los que israelíes y palestinos promueven este proyecto que está listo desde 2003.

El Acuerdo de Ginebra fue uno de los factores que orilló a Sharon para impulsar la desconexión unilateral de Gaza. Necesitaba un golpe mediático que marginara una iniciativa que demostraba que sí había socio con quién negociar la paz. La desconexión fue una imposición más a los palestinos que fortaleció a Hamas (las consecuencias están a la vista), y que desvió magistralmente la atención de una iniciativa que ponía en riesgo su futuro político.

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PLAY IT AGAIN, SAM…
JOSÉ HAMRA SASSÓN
MEDIO ORIENTE: UN MUNDO ENTERO
REVISTA ANTENA RADIO 107.9FM
9 DE AGOSTO DE 2007
El pasado lunes 6 de agosto se reunieron en Jericó, Cisjordania, el Primer Ministro de Israel, Ehud Olmert y el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas. El objetivo fue preparar un proyecto rumbo a la conferencia internacional de paz convocada por George W. Bush para este fin de año.
Esta es la primera vez que una reunión entre los líderes de Israel y Palestina se realiza en territorio palestino. Sin duda, todo un acontecimiento dado el estado de la relación entre ambas partes. Se abre así, nuevamente, una oportunidad más para la diplomacia. Olmert expresó que estaba entre sus intereses “permitir futuros avances”, dijo, “en el establecimiento de un Estado palestino".
La retórica aún es vaga, pues no se han dado a conocer formalmente los alcances de estos “futuros avances” ni lo que entiende Olmert por “Estado palestino”. Para el premier israelí, estos progresos se concretan por el momento en mecanismos de seguridad y fortalecimiento de instituciones. Los detalles, las letras chiquitas, son las que necesitan ser aclaradas pronto para aprovechar los aires renovados. Aún no hay una posición oficial israelí respecto a las fronteras que delimitarían a ambos Estados, el paso entre Gaza y Cisjordania, el status de Jerusalén, el futuro de los asentamientos judíos y los refugiados palestinos. Si estos temas fundamentales no se tocan, no habrá nada de que hablar.
Sin embargo, es más que simbólico que el primer ministro de Israel haya expresado estas palabras desde Cisjordania. Olmert, como la gran mayoría de israelíes y palestinos, parece entender que la resolución del conflicto pasa por un Estado palestino independiente. Lo que falta hasta ahora es voluntad política, pero los mecanismos diplomáticos se han reactivado en diversos frentes por primera vez en siete años. Por un lado, Olmert ha dado vuelta a la hoja al guión sharonista. Si bien no descubrió el hilo negro, como político pragmático que es, margina la estrategia unilateral de “no-política” impuesta por Ariel Sharon a los palestinos. Abbas por su parte, con el agua hasta el cuello tras el golpe de Hamas en Gaza, ha logrado incluso el compromiso de las milicias ligadas a Al-Fatah para deponer las armas contra la ocupación israelí. Sí, es una nueva oportunidad para la paz entre israelíes y palestinos. Este ánimo se fortalece tras la reanudación de los contactos entre las representaciones diplomáticas israelíes y palestinas en todo el mundo. Así mismo, se ha reactivado la cooperación económica entre las partes junto con la liberación de unos 250 prisioneros palestinos.
En otro ímpetu en la misma dirección, se “filtró” a la prensa una propuesta de Shimon Peres, flamante Presidente de Israel, que rescata de la iniciativa de Paz de la Liga Árabe, la cual garantiza las fronteras del Estado palestino basado en las líneas previas a la guerra de 1967 y la normalización con Israel. El proyecto de Peres sugiere que ambas partes formalicen una base de negociación en la que Israel garantice al Estado palestino un territorio equivalente al 100% de las dimensiones de Gaza y Cisjordania. En otras palabras, establece que algunos asentamientos judíos en Cisjordania no serían desmantelados, siempre y cuando no interfieran con la continuidad territorial de Palestina. A cambio, Israel compensaría ese territorio con una cantidad equivalente de tierras israelíes adyacentes.
Sin decirlo, la propuesta de Peres refrenda la Iniciativa de Ginebra, lanzada a finales de 2003 por políticos y activistas israelíes y palestinos. Este proyecto, que ofrece desde ese entonces un borrador de un acuerdo de paz, rescata ideas que se presentaron antes en Oslo, en la iniciativa de Clinton de diciembre de 2000 y en la “hoja de ruta” de Bush. Pero a diferencia de otros planes, el Acuerdo de Ginebra define claramente los objetivos y determina los principios de un cronograma y mecanismos para su aplicación. También ofrece una solución negociada a los temas centrales, y más sensibles, en el conflicto.
Así pues, un acuerdo ya está más que planchado, pero es voluntad política lo que falta para apuntalarlo y hacer frente a las minorías extremistas que se opondrán por todos los medios a su alcance, como ya lo han demostrado antes. Y este último paso dependerá de la seguridad de los principales negociadores. Si el proceso de paz cae nuevamente como rehén de intereses particulares, no se concretará ningún avance. En ambos casos, poner fin al conflicto se convierte en un salvavidas para mantenerse en el poder. Mientras Olmert es un gris político rodeado de escándalos de corrupción y tráfico de influencias, Abbas requiere de una salida a la escalada de violencia intra-palestina. La urgencia de hacer frente a Hamas en Gaza podría dividir aún más a la calle palestina. Si no hay un proyecto de nación que los palestinos compartan, cualquier esfuerzo de paz con Israel será en vano.
En este sentido, bien valdría la pena cuestionarse si marginar a Hamas es la estrategia adecuada. La precariedad que se vive en Gaza le ha restado popularidad al movimiento islamista, pero no poder militar. Marginarlo, como se pretende desde enero de 2006, no ha sido efectivo. Tampoco suponer que se puede llegar a un acuerdo con los palestinos “cisjordanos” y dejar a los de Gaza a la deriva. Nadie puede asegurar que Cisjordania no se contagiaría de una violente crisis social que surgiría en Gaza si su economía se colapsa, como lo prevé la ONU. La franja, a pesar de estar bajo control de Hamas, no debe relegarse del proyecto nacional palestino.
El reto está ahí: que el proceso de paz que retoman los líderes no sea una mera tabla de salvación. Más ilusiones falsas al pueblo palestino implicaría fortalecer las posturas extremistas, algunas de las cuales ya rebasan la opción de Hamas. No obstante, se abre una nueva ventana de oportunidad para la paz. Como lo hemos mencionado, el camino está trazado. Falta ver que los líderes de Israel y Palestina realmente tengan la capacidad y el valor suficientes para transitarlo y llegar hasta su última parada.

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