“Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él.” – Tzvetan Todorov


jueves, 6 de marzo de 2008

Metástasis

METÁSTASIS

JOSÉ HAMRA SASSÓN

MEDIO ORIENTE: UN MUNDO ENTERO

REVISTA ANTENA RADIO 107.9FM

6 DE MARZO DE 2008

El proceso de paz entre israelíes y palestinos está a punto de colapsar. El ciclo de violencia que se reactivó a principios de año, una vez lanzada la iniciativa de Annapolis y la posterior visita de George W. Bush a la región, entra en un punto de no retorno. De desesperanza. Si se permite la comparación, el estado del proceso de paz es similar al de un paciente con metástasis, donde el cáncer ataca órganos más allá de su origen. Hoy la novedad es que la violencia que se enfocó en Gaza y el sur de Israel ya se reflejó en Jerusalén. Esta noche (6 de marzo) un palestino ingresó en una escuela religiosa judía y disparó contra sus estudiantes. Hay al menos ocho muertos.

Previo a este ataque terrorista, durante la última semana fuimos testigos de una intervención militar israelí en Gaza como resultado del incremento de cohetes Qassam lanzados por militantes de Hamas contra territorio israelí y que a finales de febrero habían matado a un civil. El saldo del operativo de represalia es de 2 soldados israelíes y más de 120 palestinos muertos. Según B’tselem, una organización israelí de derechos humanos, la mitad de estos palestinos eran militantes de Hamas. La otra mitad, civiles, varios niños. Así, Hamas se convierte en víctima, sin serlo, producto de la desproporcionada reacción israelí.

Y es que las víctimas civiles palestinas, estúpidamente etiquetadas como “daños colaterales”, son puntos que el extremismo palestino se anota a su favor. Lo queramos aceptar o no, Hamas es un actor que no debió ser marginado tras su genuino triunfo electoral. En este sentido, Israel, la Autoridad Nacional Palestina, Estados Unidos y la Unión Europea son responsables de su fortalecimiento. La marginación de Hamas implicó, entre otras cosas, castigar colectivamente con un bloqueo económico a un pueblo que vive bajo la ocupación de Israel, que sufre las vejaciones de su ejército en Cisjordania y que vive aterrorizada ante el robo de sus tierras por parte de los extremistas judíos.

En este contexto, la Autoridad Nacional Palestina encabezada por Mahmoud Abbas, simplemente no pinta. No figura fuera de las reuniones diplomáticas que sólo han servido para tomarse fotografías. En buena medida la debilidad del presidente palestino se debe a que los últimos gobiernos de Israel se entregaron al juego del ala más extrema de Hamas, que rechaza el proceso de paz porque no reconoce a Israel. Hamas está a punto de descarrilar la vía diplomática gracias a la fallida estrategia israelí.

Lamentablemente casi todo le ha salido bien a Hamas. Se repuso del asesinato de sus líderes en 2004 y ganó las elecciones palestinas en enero de 2006 gracias a su campaña anti-corrupción. Antes, con la desconexión israelí impulsada por Ariel Sharon en 2005 los integristas palestinos se levantaron como triunfadores. La soberbia del entonces primer ministro israelí no le permitió ver que imponer condiciones a los palestinos sólo fortalecería a los extremistas. La forma en la que Israel abandonó físicamente Gaza, apartando a Mahmoud Abbas del proceso, fortaleció a Hamas, quien se levantó con un triunfo retórico: “la resistencia armada fue más efectiva que los esfuerzos diplomáticas para liberar a Palestina”.

Desde ese entones, los gobiernos de Israel señalan que buscan parar los ataques de Hamas contra su territorio. Nada de lo que han hecho a través del uso de la fuerza ha funcionado. El primer Qassam fue lanzado en abril de 2001. Desde ese entonces, 12 israelíes han muerto a causa de casi 7000 cohetes de fabricación casera. Miles de civiles que viven en ciudades y poblados aledaños a Gaza han padecido los bombardeos casi diarios en los últimos siete años. Viven bajo miedo, incertidumbre y ansiedad las 24 horas del día, sin saber hacia adonde hacerse cada vez que suenan las alarmas que reportan un nuevo ataque. Hoy Hamas, como lo demostró en la última semana, tiene la capacidad de lanzar cohetes con 20 kilómetros de alcance, poniendo en vilo a más centros de población israelí. En siete años ninguna opción de fuerza impulsada por Israel ha sido efectiva para poner fin a los ataques de Hamas. Sólo han empeorado la situación. Así como los cohetes de Hamas contra población civil israelí son un crimen de guerra, de igual forma lo son los bombardeos israelíes que buscan cazar terroristas y no distinguen a civiles palestinos.

Por otra parte, la población palestina sigue padeciendo los efectos de la ocupación israelí. La falta de esperanza es la moneda de cambio. Simplemente para ilustrarlo, este jueves Amnistía Internacional, junto con otras organizaciones de derechos humanos, reveló un estudio que indica que 80% de la población de Gaza recibe ayuda alimenticia y la gran mayoría esta desempleada. Israel no puede abstraerse de esta desgracia humanitaria, consecuencia de la ocupación por casi 4 décadas y del más reciente asedio político, económico y militar. Simplemente no debe.

El fracaso de la más reciente ronda de paz es resultado del miedo en el que viven israelíes y palestinos, presos, en primera instancia, por la incapacidad de sus líderes políticos carentes de coraje para dar los pasos necesarios. Esa ineptitud es capitalizada por los extremistas de ambos lados. Hamas, el Movimiento de Resistencia Islámica, es quien habrá salido triunfador de ella. Si esta lógica persiste, dentro de poco veremos a los ultra-nacionalistas nuevamente gobernando en Israel. La única forma de neutralizar este escenario es la que no se ha intentado: acordar con Hamas un alto al fuego que ponga fin a los ataques entre israelíes y palestinos. Un cese al fuego deseado por miles de civiles en Israel y Palestina, que permita abrir una mínima oportunidad para lograr en el futuro próximo un acuerdo justo de paz.